Aunque estábamos a finales de Mayo, nos hizo un puro día de verano y Gandía nos recibía con el calor del sol, un cielo azul, brisa marina y la promesa de una experiencia gastronómica estupenda y diferente.
Al llegar al Boga, nos esperaba José Ángel, que con calor también, pero humano, coordina el proyecto de escuela de restauración que se lleva a cabo allí de Lunes a Viernes, y dirige el servicio de restaurante los fines de semana. Nos explicò cómo aterrizó en la propuesta y cómo su trayectoria laboral en la hostelería junto con su formación de coach, le proporcionan las herramientas necesarias para trabajar con las personas con diversidad funcional que forman parte de la escuela de restauración y del equipo de trabajo del servicio de restaurante, y para hacer que se superen día a día.
Mientras nos guiaba a través de las distintas salas e instalaciones del Boga, escuchamos atentas cómo iba explicando el funcionamiento del programa y del restaurante, y nos encontramos con algunos empleados y alguna empleada que se preparaban para el turno de comidas. Aromas espléndidos de paella aparte, se respiraba un ambiente muy agradable. Entre preguntas, respuestas y algunas risas, se nos pasó volando el tour. Esperamos hasta la hora de comer, sentadas en la apacible zona de terraza, y fuimos intercambiando impresiones sobre lo que nos acababan de dar a conocer.
Cuando estuvo todo listo, entramos al acogedor comedor lleno de plantas, donde nos esperaba una mesa bonita bien preparada, rodeada de encantadoras sillas verdes de madera y enea, y de un equipo dispuesto a que disfrutáramos de una comida rica y bien servida.
Los platos fueron saliendo y pudimos degustar un menú sabroso y abundante. Rubén, uno de nuestros camareros, estaba atento a todo y se movía desenvuelto y amable por la sala. Todas quedamos contentas con cómo había transcurrido la comida entre conversaciones varias, pan con all i oli, bromas y muchos “mmm, qué bueno”.
Tras la comida, paseamos hasta la playa y nos tomamos algo. Algunas buscaron el sol, algunas buscaron la sombra, y más de una echó una cabezada aprovechando el relax del momento. Cuando se hizo la hora de regresar a Valencia, nos despedimos de Gandía y de su Boga, satisfechas con la experiencia vivida y convencidas de que hacen falta más proyectos como éste, donde queda patente una vez más que la diversidad funcional es compatible con la profesionalidad y el desempeño óptimo de un empleo. Volveremos.
Noelia Pérez Gómez
Voluntaria de la Vivienda Tutelada de Mujeres