En este artículo nos vamos a centrar en un colectivo muy vulnerable. Hablo de las personas con discapacidad. Estas personas, a lo largo de la historia, han estado ignoradas. Sin embargo, hoy en día, gracias al trabajo de muchos y muchas, tienen voz a través de asociaciones que les ayudan, que luchan y hablan por ellos y ellas.
Como se ha nombrado, este colectivo ha estado siempre olvidado. Sin embargo, a través de la investigación y de la lucha de diferentes personas, se ha podido demostrar que, con una educación individualizada y especializada para ellos y ellas pueden lograr un gran nivel de aprendizaje y autonomía de manera que les permita llevar una vida digna e independiente.
Es muy importante el tipo de educación que se le imparte a este colectivo. Es fundamental que esta educación esté complementada y fundada en tres pilares: por un lado la formación académica, por otro la enseñanza de la autonomía y por último la educación emocional y social.
En primer lugar, la formación académica ha de ser individualizada, ¿Qué quiere decir este término? Con este tipo de educación, cuando son niños, no nos referimos a que estén aislados del resto de alumnos y se le enseñen conceptos diferentes, sino que dentro del grupo aula se le adapten los contenidos y conceptos que se enseñan, se le proporcionen las herramientas necesarias, para que logre unos objetivos determinados y al mismo tiempo estén integrados e integradas en el aula y no se sientan desplazados y desplazadas. Cuando ya son adultos y desean continuar su formación académica, pueden optar por las vías tradicionales, si tienen la suficiente capacidad, o acudir a asociaciones especializadas en las que se les proporciona una educación adaptada a sus circunstancias.
En segundo lugar, la enseñanza de la autonomía, es indispensable. En la etapa escolar la coordinación del centro y las familias en este ámbito es fundamental. Ambos son pilares de apoyo para los alumnos y alumnas de estas características y por ello, han de guiar a la persona para que adquiera la autonomía necesaria y pueda vivir con la menos dependencia posible. Esta formación es continua y no acaba nunca.
Y por último, la educación emocional y social, empieza desde niño y ocurre como con la anterior, no termina nunca. Es importante que nuestro alumnado adquiera las herramientas necesarias para convivir en sociedad y logre, dentro de sus capacidades, a relacionarse con el entorno. Para ello, debe aprender unas habilidades sociales en las que diferencie las buenas y malas conductas y conozca los valores humanos para respetar a los demás.
Este es un trabajo largo y todavía queda camino por recorrer. No obstante hay que valorar el camino ya recorrido y agradecer los avances en la inclusión de este colectivo dentro de la sociedad actual.