Últimamente, en una fundación de una conocida compañía de seguros, se habla de la recompensa emocional como la gran satisfacción que supone el trabajar con personas a las que ayudas a conseguir sus retos, pero recibiendo a cambio mucho más: fuerza, ganas de seguir realizando la labor, a pesar de las dificultades que en ocasiones surgen, y muchas veces, recibimos esa recompensa con algo que parece tan simple como una sonrisa…
Y esa recompensa emocional es la que recibimos todos los que, tanto profesionalmente como en forma de voluntariado, trabajamos en los talleres ocupacionales que Bona Gent realiza desde hace ya mucho, mucho tiempo. Talleres ocupacionales en los que las personas con diversidad funcional desarrollan sus capacidades tanto físicas (mediante el desarrollo de la psicomotricidad tanto fina como gruesa) como mentales (relaciones sociales, autoestima al sentirse útiles, contacto con el mundo laboral que aumenta sus posibilidades de inserción…).
Pero nuestros talleres ocupacionales van mucho más allá: no sólo se trata de elaborar unos productos que posteriormente puedan ser comercializados… se trata de que todos los usuarios encuentren su lugar, según lo que cada uno puede aportar, dentro del proceso de elaboración. Estar siempre atentos a las necesidades del usuario, y hacerle sentir parte imprescindible del proceso de fabricación del producto: unos podrán ser hábiles cortando materiales, otros moldeándolos para conseguir la forma deseada, otros pegando unas partes con otras… el óptimo resultado obtenido no podría ser posible si faltara uno solo de los usuarios. Todo ello con el objetivo de prestar un servicio a la sociedad mediante actividades de carácter artístico y creativo, ofreciendo simultáneamente a los usuarios un entorno donde obtienen un trabajo en el que aumentan su autoestima y confianza al sentirse útiles y parte activa de nuestra sociedad.
En nuestro entorno, muchas veces no se es consciente de la importancia de los talleres ocupacionales… pero si muchos de nuestros conciudadanos conocieran los grandes beneficios que aporta, tanto a los usuarios como a la sociedad en general, serían también beneficiarios de esa gran recompensa emocional que recibimos los que tenemos la fortuna de guiar a los usuarios en este itinerario de inserción sociolaboral.